Yo no escogí enamorarme de ti.
Pero la primera vez que te besé, que nuestros dientes se rozaron por una
milésima de segundo, fue increíble. Y la hora exacta de ese beso eran las
cuatro menos cuarto del medio día. Y quité la pila del reloj, para que se quedase la hora detenida para siempre, parada. El minuto exacto cuando me besaste esta metido en un reloj, para siempre y ya nunca se que hora es. Pero me da igual y desde entonces miro constantemente el reloj.
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