viernes, 23 de agosto de 2013

#67

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.
Pero además lo he visto serio, ser el mismo,
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.
Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un 
cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.
Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que el aparezca de golpe
y de frente para decirte, venga, sientate y me lo cuentas.
No sabes lo que es despertarte y que el se retuerza y bostece,
luego te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.
Sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.
Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido
y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices, y el sitio que le tienes que
tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría, y me sé 

lo de sus rodillas. Que yo también he memorizado su número de teléfono, 
pero también el numero de sus escalones. Que no sólo conozco su última pesadilla, 
también las mil anteriores, y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada 
porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna
 (y mira que hay tontos enamorados en este mundo). Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente el, rendido a ese puto milagro que supone que exista. Que lo he visto 
volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos, y lo he visto formar 
un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y lo he visto 
hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no 
han visto su cuerpo.